Ineptitud andante

Presentó su renuncia a la Contraloría estatal la titular de la misma, Tania Julieta Hernández Maldonado, con el inconveniente de que no hizo públicas las razones de su renuncia, a lo que estaba obligada luego de tres años de estar ahí sin cumplir realmente con su deber, que es garantizar la legalidad, transparencia y eficiencia en la gestión de los recursos públicos, lo cual en absoluto debe extrañarnos, por lo que voy a decir a continuación.  

Desde su primer mandato gubernamental como Alcalde de esta ciudad capital, Esteban Villegas dejó muy en claro que él no iba a vivir de su profesión, la Medicina, sino de la política, porque en Durango donde el viejo régimen priista sigue por desgracia marcando el rumbo del Estado es la política la  vía más segura y expedita para el enriquecimiento de los inescrupulosos detentadores del poder, y más si quien los audita, como fue el caso de Esteban en la Alcaldía, es una Contralora ad hoc a sus pretensiones, como Tania Julieta Hernández Maldonado, por cierto hija de José Ramón Hernández Meraz, rector ya extinto de la UJED.

Ahora bien, como las huellas de la corrupción de Esteban como presidente municipal fueron por demás perceptibles, que es lo que reconoció su sucesor en el cargo, José Ramón Enríquez Herrera, en la entrega-recepción del cargo que le practicó, lo que moral, legal y políticamente procedía era demandarlo por enriquecimiento inexplicable ante la autoridad competente (la Fiscalía) para que se procediera conforme a la ley. Como no lo hizo, Enríquez perdió muchos adeptos entre quienes creímos que él haría suyo el ejemplo de Máximo Gámiz Parral, que cuando terminó aquí su mandato como Alcalde exigió que auditara su gestión, no la contraloría interna, sino un despacho de auditores privado, mismo que luego de su investigación reconoció que Gámiz Parral había sido tan honrado en el manejo de los recursos públicos que hasta un remanente dejó en la caja de caudales.

Y fíjense lo que son las cosas en el perro mundo de la política: Esteban, en el marco de la reciente campaña por la presidencia municipal en la que el PRI y el PAN hicieron causa común con un candidato de lo más mediocre, José Antonio Ochoa, llegó a decir que él había sido mejor alcalde que Enríquez. En lugar de agradecerle a Enríquez haberlo salvado de la muerte política, Esteban aprovechó los reflectores para hablar pestes de su protector. Es el mismo caso hoy en Morena de un priista de origen, Ricardo Monreal Ávila, que se salvó del ostracismo político gracias a que Andrés Manuel López Obrador, entonces presidente del Comité Ejecutivo Nacional del ya extinto PRD, lo postuló para gobernador de Zacatecas, de donde es oriundo Monreal, luego de que el PRI le regateara esa candidatura, de modo que si al tipo se le hizo gobernar su estado de 1998 a 2004, esto fue posible gracias al salvavidas que fue para él López Obrador. Que hoy sea un enemigo de la Cuarta Transformación, en absoluto debe extrañarnos: Monreal, genéticamente hablando, nunca dejó de ser priista. Lo malo para él es que el PRI ya está dando patadas de ahogado y que su aliado, el PAN, anda también por las mismas.

Pero volviendo a la ex Contralora estatal, Tania Julieta Hernández Maldonado, hay que decir que no obstante haber incumplido con su responsabilidad en los tres años que estuvo en el cargo, por aquello de que “sabe demasiado” de lo  fallido que como gobernador ha sido Esteban en el manejo de los recursos públicos, éste la “premia” por partida doble: 1) haciendo juez del nuevo y amafiado Poder Judicial a un hijo de la señora y 2) colocándola ahí mismo en un puesto acorde a su especialidad.