Manzo, héroe por un día

Muy lamentable que los buitres de la derecha intentaran capitalizar y explotar la muerte del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, cuyo apellido deshonraron con la antonimia de las brutalidades, de sus más viles acciones, las que según sus cálculos, redituarían cantaradas de agua a su molino, a costa del dolor de la familia, a quien con el choro vulgar y barato, pretendieron seducir que iban a cobrar venganza de la muerte de su deudo, poniendo como precio el incendio de Palacio Nacional.

El impacto del acontecimiento cimbró el coraje a nivel nacional, que los carroñeros del PRIAN, empresarios y rancheros de sombrero cinco “X”, se aglutinaron en un solo frente, para hacer de aquella chispa de la muerte un incendio de devastadoras consecuencias, del que, según sus perversos cálculos, la Presidenta saldría por piernas de Palacio Nacional.

Desde luego que, a dicho fuego, sobraron los cubetazos de gasolina de los chayoteros, que atizaban día y noche el infierno mediático, donde la chuleta a carbonizar era la mandataria, a quien no le daban esquina ni siquiera para respirar, salvo la Mañanera, donde a la opinión pública daba a conocer, su disposición a investigar los hechos, dejando de lado las intrigas flamígeras de sus detractores, cuyo objetivo era mancharla a muerte, con la tinta más pútrida y pestilente de sus asquerosas plumas, que a diario se quejan de que por una dictadura, sus excesos están limitados y censurados y que a decir verdad es una patraña montada en los entresijos de la infamia.

La obsesión y el oportunismo de los hipócritas, agraviados según ellos, por la muerte de Carlos Manzo, no paraba un segundo en urdir la venganza del héroe caído. De ahí, la primera acción de incendiar palacio de gobierno de Michoacán y posteriormente Palacio Nacional; logrando sin problemas lo primero y quedando el segundo en entredicho, porque la fuerza vandálica ya no tuvo vía libre, para consumar la segunda fechoría que cubriría de gloria, aunque fuera por unas horas, la memoria del alcalde Manzo y de vergüenza a quien se los permitiera.

Sin omitir que dicha gloria tenía destinatario y que mejor bastión que el de los jóvenes, a quienes aventaron la chuleta envenenada, creyendo que no habría inconveniente, para que desairaran dicho manjar, del que afortunadamente se quedaron ayunos y fueron sus abuelitos los que por cortesía y hambre, no desperdiciaron el letal platillo, que sin duda corrió a cuenta de: Claudio X. González, Salinas Pliego, Fernández de Cevallos, Acosta Naranjo (alias don Cucaracho) y sin faltar la cereza bufona de dichos desfiguros: Vicente Fox. 

Con esos personajes de marras a la vista y la mayoría a su alrededor que cojea de la misma pata, increparon al gobierno con una sarta de consignas, donde las baterías se enfocaron a denostar y a pedir la destitución de la ‘narco presidenta’, donde cínicamente afloraba el rencor y ardor, por el menoscabo a sus privilegios, quedando a la zaga el objetivo que ahí los congregaba y que era el de exigir justicia por el asesinato del alcalde, del que con dichas acciones, la tragedia de Uruapan, pasó a ser un una llamarada de petate con la que alcanzaron a encender sus antorchas de odio, que fueron apagadas ahí mismo por el tufo geriátrico, de quienes usurparon la identidad juvenil.

Así, en ese ir y venir de las marchas, en pos de desestabilizar a la Presidenta, el caso de Carlos Manzo, a escasos 22 días de su asesinato, ha pasado a segundo término y los sombrerazos, que parecía iban a atizar de manera permanente el fuego, han optado por apagarlo, dándose por bien servidos que la esposa del caído ocupe su lugar, no como reconocimiento a su memoria, sino como indemnización al sacrificio del héroe por un día.