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En la historiografía mexicana contemporánea el movimiento estudiantil del 02 de Octubre de 1968 ha ocupado un lugar central en los debates académicos porque este acontecimiento es la ruptura de la relación entre el Estado y el partido en el gobierno (PRI) contra la sociedad en general. Y en ese sentido es el inicio de abrir espacios con los jóvenes a la cabeza mediante una democracia supuestamente establecida pero que en realidad choca con el autoritarismo del viejo régimen.
Por supuesto que no sería tarea fácil. Para cuando estalla el movimiento estudiantil en julio del mismo año, se habían sumado no sólo estudiantes de la UNAM, IPN y Chapingo por citar algunas, sino también los ferrocarrileros, médicos y todas aquellas organizaciones sindicales que habían visto injusticia y represión en sus demandas. Además, era aprovechar la oportunidad de que los ojos del mundo pusieran su mirada en México por la realización de los juegos olímpicos que iniciarían el 12 de Octubre.
Esto fue posible por la prensa extranjera que estaba lista para llevar la nota deportiva y que se encontró con el estallido social local, aunque la efervescencia mundial en torno a las protestas se estaba generalizando, mientras que aún en México se vendía la idea como el país de avanzada y de bonanza económica en América Latina.
La dolorosa realidad es que el estado mexicano presidido por Gustavo Díaz Ordaz se cerró ante la posibilidad de diálogo y apostó por la represión desde que comenzaron las primeras manifestaciones por lo que las demandas de los estudiantes y compañía como resarcir los daños eran prácticamente nulos. No obstante, las movilizaciones, a pesar de la matanza, no cesarían. Tres años más tarde, ya en el sexenio de Luis Echeverría se volvería a reprimir a los estudiantes en 1971 en plena guerra sucia.
A pesar de ello, la lucha y la búsqueda de la libertad y la democracia seguirían de pie. Heberto Castillo, el líder moral de la lucha estudiantil, buscó contender en la elección presidencial de 1988. Las circunstancias cambiaron respecto al contexto 20 años atrás, por lo que lo que se pactó una alianza electoral con el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
Ahora, 55 años después de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, un gobierno progresista de izquierda está en el poder gracias a ese empuje y a esa lucha por pluralizar el sistema político desde hace más de cinco décadas. Aun así, la deuda del Estado para con las víctimas y los desaparecidos será para siempre. A una semana del segundo informe de Alejandro Encinas recordamos también la deuda moral con los estudiantes normalistas de Ayotzinapa y sus familias. “Ni perdón ni olvido” es una consigna que defiende nuestra memoria histórica y por ende, sigue más vigente que nunca.
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