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Nacional15/11/2025
Jesús Francisco Sánchez
Lo vendieron como una “rebelión juvenil”, como la marcha fresca, espontánea, genuina de una Generación Z indignada y apartidista. Pero la realidad se impuso antes de llegar al Zócalo: lo que desfila este sábado no es juventud, no es ciudadanía libre, no es paz. Es el PRIAN encabezando contingentes, acarreo disfrazado de “despertar generacional” y, para cerrar el guion, encapuchados enviados a provocar violencia frente a Palacio Nacional.
Y con todo ese montaje, millones invertidos en campañas, influencers pagados con cheques de lujo y una operación mediática descomunal, su marcha fue un completo fracaso.
Millones gastados, plazas semivacías
Durante semanas construyeron una fantasía digital: videos virales, publicaciones patrocinadas, entrevistas en medios opositores. Se habló de “la juventud en pie”, del “hartazgo generacional”, de “la nueva resistencia”. Pero el sábado, al avanzar sobre Reforma, la mentira quedó al desnudo: la supuesta “Generación Z” no apareció.
Quienes marcharon, en su mayoría, fueron adultos mayores, cuadros del PRIAN, exfuncionarios reciclados y operadores políticos de siempre. Ahí estaban:
Rafael Loret de Mola (papá del llamado ‘Lord Montajes’)
Guadalupe Acosta Naranjo
Emilio Álvarez Icaza
Fernando Belaunzarán
Vicente Fox (marchando desde Guanajuato)
Todos, menos la juventud que prometieron.
Se pagó a influencers, se contrataron bots, se compraron pautas, se presionó a trabajadores para asistir. Y ni así lograron llenar el Zócalo.
El montaje del sombrero: evidencia en video
Como si la farsa no fuera suficiente, este sábado circuló un video que terminó por derribar lo poco que quedaba del relato opositor: un líder prianista repartiendo sombreros idénticos a los de Carlos Manzo para simular presencia masiva del llamado “Movimiento del Sombrero”.
Una puesta en escena burda que demuestra cómo intentaron explotar políticamente una tragedia para disfrazarla de movilización social.
La ruta compartida y la agenda única: PRIAN, no ciudadanía
Aunque convocadas por separado —la marcha del Sombrero y la autodenominada Generación Z— ambas avanzaron al mismo tiempo, por la misma ruta, con las mismas consignas:
“Fuera Morena”, “Revocación de mandato”, “Carlos no murió, el gobierno lo mató”.
No había pluralidad, no había diversidad de causas: había un objetivo político perfectamente alineado.
Banderas en blanco y negro, símbolos tomados de anime, sombreros replicados y consignas dictadas desde la vieja guardia opositora: un intento desesperado por vestir de “juvenil” una estrategia de siempre.
Violencia al final: encapuchados para construir el caos
Como ya es costumbre cuando el PRIAN entra en desesperación, los encapuchados aparecieron justo al llegar al Zócalo.
Ahí comenzó la operación:
Jóvenes con el rostro cubierto llamando a proteger una bandera con calavera.
Golpes constantes a las vallas de tres metros frente a Palacio Nacional.
Martillos, esmeriles y alicatas para romper soldaduras.
Explosivos caseros lanzados hacia las barreras.
Intentos de derribo sistemático de placas metálicas.
Todo mientras otros manifestantes —los que sí habían llegado a pie con la idea de una marcha pacífica— gritaban “no me representas”, “fuera encapuchados” y trataban de evitar el deterioro total de la movilización.
La violencia duró más de una hora.
Y no fue espontánea.
No fue juvenil.
No fue ciudadana.
Fue montaje político.
El desenlace: la evidencia del fracaso
Tras derribar tres tramos de vallas, los policías formaron un segundo muro para evitar el ingreso a Palacio Nacional. Los encapuchados redoblaron los ataques, otros grupos respondían con piedras, y la Policía recurrió a gas lacrimógeno y polvo de extintores para dispersar.
A esa hora, el supuesto “levantamiento generacional” era ya una escena de caos dirigida por un puñado de provocadores encubiertos.
Mientras tanto, la mayoría de los asistentes —cansados y confundidos— comenzaron a replegarse.
La narrativa se había caído.
El montaje quedaba expuesto.
La imagen de “juventud democrática” se desmoronaba frente a cámaras, celulares y medios.
Conclusión: la mentira no llenó el Zócalo
El PRIAN quiso vestirse de juventud, de frescura, de causa justa.
Pero la realidad, como siempre, habló más fuerte que sus millones en propaganda:
No hubo Generación Z.
No hubo espontaneidad.
No hubo pacifismo.
Y no hubo verdadero respaldo popular.
Hubo acarreados, hubo operadores, hubo figuras recicladas y hubo violencia planificada.
Su marcha se presentó como el inicio de un despertar.
Pero lo único que despertó fue lo evidente:
La oposición fabricó una protesta que terminó revelándose como lo que siempre fue: un montaje fallido, costoso, torpe y profundamente ajeno al pueblo mexicano.

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