
Donde el agua guarda secretos: mitos y tragedias de la Presa Santa Elena
Me ato a ti, con la libertad que no tengo.
Con la clara conciencia de que estoy ciego.
Tengo los pies bien aferrados al suelo, que se desmorona cada que se eleva.
Me ato a ti como ato mis agujetas, con una fuerza odiosa que me obliga a atarlas de nuevo. Con un amor profundo que la bruma se lleva.
Te aferro a mis ojos, boca y oídos. Para verte, escucharte, hablarte, siempre.
A veces, cuando menos.
Sonrío como ayer si tu reflejo colgado en mi ventana me regala una foto instantánea que sabe a recuerdo.
Aferro tu existencia a la mía, como la primera vez que nos vimos, como la última donde no dijimos nada, nos dijimos todo.
Aún no me lo creo, el que hayamos partido. No he comprado la idea de olvidarte, de seguir con mi vida. De habernos apartado para siempre.
Ato mis recuerdos a los tuyos para lo que me alcance de vida. Una tarde de invierno, los paseos donde crujen las hojas, donde las pisas. Un calor insoportable, viajeros empedernidos.
El último soplo de vida. Mis lágrimas sobre las tuyas. El silencio, la ausencia, más nunca el olvido.
Hasta siempre...
Espacio Libre México
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