
Donde el agua guarda secretos: mitos y tragedias de la Presa Santa Elena

¡Date prisa!
Te dices frente al reflejo «Aún puedes hacer algo» repites, repites suave.
Has levantado ya tus dedos con fuerza.
En la esquina está tu saco aterrado, tus pantaloncillos desgastados.
Tu mueca denota sorpresa por el terrible cansancio de levantar los pies.
Uno tras otro, los adornas con tus calcetines de cuadros ahora rotos.
La saliva que tragas es una burla a través del tiempo, un veneno lento. Ya tu voz perdió tesitura.
«¡Perro viejo!» repites en tu cabeza, una y otra y otra vez.
Tus pasos envejecen el suelo. ¡Cómo duele, anciano!
Robas un poco de aire al tiempo, cierras tus ojos buscando al gladiador de mil batallas en ese denso valle sabio.
Y por un momento, un breve y diminuto instante, tus ojos recobran brillo. Un hermoso fuego luminoso irradia tu cueva.
El hombre antes viejo, es un héroe con rayos de sol como melena. Tu fuerza es infinita, tu cuerpo es roble, tu mente un glaciar de fuego.
¡Hermano, bienvenido al Olimpo! Escuchas en los cielos por encima del techo.
Ahora, siendo el mismo de antes, agrietas el suelo con tus pisadas. Te acercas a la ventana para ver un nuevo día.
Valió la pena el esfuerzo...
Ahora, ¡ve a descansar!
Espacio Libre México

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