
Una historia de fantasmas, sin fantasmas
No pude explicarme nada. Caminé sobrio. Entre calles transitadas, llenas de todos ellos; luego, tu cuerpo inerte brillando por última vez.
Sosteniendo tu mano, sintiendo tu piel resecándose. Espero mientras mueres.
Desaparecieron esos copitos de nieve, la luz entristeció, parpadeaba. Hasta que su débil destello se extinguió.
Así lo anunció el algoritmo y el enfermo que programó todo esto se burlaba de la consecuencia, mientras se tocaba disfrutando de sus viles intenciones.
Así es, no puede explicarte nada.
<< Mientras te miro, tus ojos cobran un café opaco, parecido al que se apunta cuando se vuelve uno senil; un claro ocaso en invierno. El fin de los tiempos. >>
¡Por más que cubría su cuerpo con mi calor, se me iba! Por más que hablaba con Ella, pidiéndole que se quedará conmigo, persuadiéndole de la desventura que se avecinaba, se me iba...
Una amarga negrura cubría su halo, su salivar se tornó agrio. El cabello que caía al suelo, se transformaba en ceniza, marchándose con el viento. ¡Raudo en ese preciso instante!
Mi nariz se saturaba de un hediondo éxtasis. Comencé a sentirme vacío. Desorientado, perdido, yacía en la calle. Con tu cuerpo entre mis manos, sin la vida. ¡Sin tu vida! Con el alma cayendo de a pedacitos, con una paloma en mi puerta, ¡con tu adiós definitivo!
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